‘Cuaderno político’ Movimiento de conjunto y peripecias cortoplacistas

Las miradas de los demás hacia Marruecos transmiten el reflejo de las relaciones de amistad y vecindad con nuestro entorno inmediato. Constituyen un espejo que viene a recordarnos que la lógica de las percepciones es poco sensible a la imagen que nosotros nos hacemos sobre nosotros mismos. Si bien no parecen instrumentalizables a voluntad, estas imágenes a veces pueden ser encargadas, fabricadas, talladas a medida… pero rara vez de forma impune. El problema se plantea en saber cómo calificar y juzgar la evolución de un estado, por ejemplo, en el ámbito de los derechos del hombre o de la democracia. Cómo evaluar o enjuiciar a un poder, un régimen, un gobierno, unas políticas. Ciertamente no a partir de los últimos acontecimientos, de la más rabiosa actualidad, de los últimos hechos espectaculares.

No es posible negar todo su valor a diversos sucesos, más o menos importantes,  y a eventos, más o menos significativos. Cada acto de censura, cada violación de los derechos humanos, cada palabra, gesto o conducta con una connotación “despótica”, actos identificados con prácticas de corrupción… aunque parciales y raros, constituyen elementos centrales de la vida política de un país, que hay que interpelar cada vez. Pueden habilitar legítimamente alimentar las relaciones entre actores políticos, pero están lejos de permitir abordar la cuestión del carácter democrático -o no democrático- de un régimen, de su carácter fundamentalmente respetuoso -o no- de los derechos del hombre, etc.

Sólo el movimiento de conjunto, la evolución general durante un periodo significativo, permite diferenciar entre las elecciones fundamentales de un poder político y sus tendencias profundas, de los componentes aislados, accidentes de ruta, factores imprevistos, derivas puntuales… Los que se interrogan sobre la vida política marroquí no pueden perder de vista los diferentes niveles del análisis. Separar entre la duración significativa de una acumulación de hechos relevantes sobre un periodo consecuente de incidentes instantáneos, acciones demasiado inmediatas. Para valorar la evolución de un sistema político, no carece de interés interrogar su evolución sobre el medio plazo, sin que esto exonere los daños del corto plazo. Sobre todo cuando las luchas no se desarrollan únicamente entre actores que viven bajo un mismo techo.

Las luchas internas pueden ser recuperadas e instrumentalizadas por actores externos hostiles al país. Hace poco, el pensador marroquí Abdalá Larui, señalaba en una conferencia su convicción de que hay debía abstenerse de cuestionar al régimen ante el miedo de ver sus evaluaciones utilizadas por un eventual enemigo. Su profundo conocimiento de la historia de Marruecos lo hacía temer de sus propias críticas, que podían ser utilizadas por el enemigo, disminuyendo la capacidad de negociación del estado. Ésta no es sólo una visión personal del pensador. En este mismo sentido apuntaba la famosa ley egipcia de periodo sadatiano del kanun al aïb (ley del mal decir), que prohibía la crítica del régimen en el exterior. La norma había sido concebida para aplacar las críticas de las que Egipto era objeto de parte de sus opositores, políticos e intelectuales.

Llegados a este punto se me viene a la mente una página de Regis Debray. El autor de Révolution dans la révolution hacía su propia autocrítica de antiguo izquierdista occidental que apoyaba sin reserva a los gobiernos revolucionarios del Tercer Mundo. En una de sus obras tardías, Loués soient nos seigneurs : Une education politique, escribía: “En 1970 detestaba el poder marroquí´y admiraba el orgulloso nacionalismo argelino. Veinte años después, me es forzoso constatar que el rey de Marruecos (…) ha hecho un país viable, donde podemos respirar, leer y pensar, mientras que los héroes de la lucha armada argelina, individualmente estimable, han engendrado la Argelia que hoy conocemos. Para comprender la diferencia que conviene establecer entre el actor y sus actos, y aprehender lo que implica este hiato, Brech recomendaba la distanciación“.

No es nuestra intención teorizar sobre cosas, más o menos importantes, que recelan ciertos regímenes en una transición demasiado larga o demasiado lenta. No se trata tampoco de justificar los residuos de despotismo que existen en nuestro país, identificables en algunas de sus derivas, postura, acción y evolución. Se trata de llamar la atención de las izquierdas occidentales sobre la necesidad de valorar en su justa medida la idea de que juzgar un sistema político y su sociedad consiste en hacerlo responsable de las violaciones reales de los derechos del hombre y de su democracia. Esto consiste, sobre todo, en tener en cuenta su trayectoria de base, su movimiento de conjunto, sus elecciones fundamentales y los avances efectuados sobre un periodo significativo.

Abdalá Saaf

Decembrio 2010

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